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07 diciembre 2006

Quitarse un Peso de Encima

Oeidan y Xassheg tenían muy pocas cosas en común, para empezar vivían a años luz de distancia, exactamente ciento once, y en planetas totalmente opuestos, Oeidan era originario de Eausilop segundo planeta en órbita alrededor de un sistema triple de soles, el gigantesco Eual escoltado por las estrellas de pequeña magnitud Ioes y Uaok, un planeta como tantos otros miles de planetas y cuya única peculiaridad interesante para un hipotético observador de la Tierra consistía en tener una gravedad 0.7, Oeidan por tanto habitaba en un planeta pequeño, ligero, cálido y luminoso (los tres soles solo permitían noches de 4 horas sobre un periodo de rotación de 22). Xassheg en cambio era originario de Jappel, octavo planeta en órbita alrededor de la enana blanca Koggam, un colosal planeta, frío, lóbrego (tres estaciones de 5 meses dos de las cuales transcurrían en la más absoluta oscuridad) y con 1.4 de gravedad. Su aspecto físico no podía ser más dispar, Oeidan alto, estilizado, de largos miembros mientras Xassheg bajo, rechoncho y de cortas extremidades y en cuanto a la mentalidad global de sus civilizaciones son fácilmente deducibles las notables diferencias acaecidas a largo de los siglos influenciadas por el ambiente en el que les había tocado subsistir.

Sin embargo, Oeidan y Xassheg compartían sin saberlo un obsesionante pensamiento, ambos se sentían tremendamente desgraciados e incomprendidos en sus respectivos mundos, Oeidan odiaba la débil moral y la apatía reinante en su planeta, un lugar en el espacio donde la facilidad para desplazarse, la ausencia de esfuerzos continuados, la propia belleza de sus parajes continuamente bañados por los rayos de sus tres soles, la bondad del clima, la bonanza en materias primas, la ausencia de enfermedades físicas graves, no podía sino provocar gentes alegres, despreocupadas, una sociedad exenta de rivalidades y deseos de poder, abandonada a los placeres del cuerpo, poco evolucionada tecnológicamente, exenta de curiosidad, con una ecología altamente cambiante y una fusión completa con los reinos vegetal y animal autóctonos. En estas condiciones, el anhelo del saber, el afán de superación, el deseo de diferenciación no tenían cabida, la mediocridad de planteamientos y la ausencia de imprevistos abocaban a una total falta de estímulos y a una pacífica calma, a Oeidan no le interesaba el sexo, el arte, la diversión, el culto al cuerpo, el ambiente nihilista que imperaba en sus semejantes, era un caso atípico en una sociedad que ignoraba a los peculiares y sorprendentes descontentos, Oeidan en fin, pasaba todo su tiempo pensando en un mundo donde el resto de vida inteligente actuaba sin pensar y era absolutamente feliz.

Xassheg, también se sentía desdichado, pero por motivos radicalmente opuestos, el poseía un alma libre e inquieta en un mundo sumiso y condescendiente, para una población acostumbrada desde el primer momento en que abandona el cuerpo de su progenitor a soportar una presión brutal, la férrea disciplina, el apego al trabajo, las obligaciones sociales, el sometimiento al grupo, la importancia de la comunidad, la falta de intimidad y la lucha contra los elementos son cuestiones menores. Todo aparece como una carga menor, soportable gracias a la mera comparación con una realidad, nunca mejor dicho, pesada como una losa. Cuando cada paso cuesta lo indecible, cuando la ley del mínimo esfuerzo se hace cuasi obligatoria, psicológicamente se acepta el yugo del sistema como algo natural, sin desagrado se acepta la vida en el subsuelo, las jornadas interminables (en los breves momentos de descanso, la poderosa atracción del inmenso planeta no disminuye su intensidad) y las desigualdades sociales (los mas favorecidos no tienen ninguna consideración por parte de Jappel y todo el mundo lo sabe). No es de extrañar pues que el conformismo y la resignación se hicieran dueñas del sentir general y que se evitara pensar para tratar de ser lo menos consciente posible de lo que les ha tocado vivir y aquí a ciento once años luz de Eausilop, también un único individuo pensaba en un mundo donde nadie tenía deseos de hacerlo.

Ambos mundos además de tener en común a un raro disidente de la norma establecida, compartían asimismo la falta de desarrollo tecnológico, a pesar de tener orígenes antagónicos. En el caso de Jappel se debió a haber tenido desde siempre la idea del adversario invencible y omnipotente y haberse creado una figura religiosa que asocia la divinidad al propio planeta, generándose desde tiempos inmemoriales un esperpento de la figura de Gaia.

Es por tanto más increíble que sucediera espontáneamente lo que múltiples civilizaciones muy avanzadas tecnológicamente habían perseguido durante siglos sin éxito, superar la limitación de la velocidad de la luz, como conseguir desplazarse a otras galaxias en un tiempo aceptable, eliminar el factor tiempo de la ecuación del transporte, teóricamente era posible desde hacía mucho tiempo, bastaba con conectar ambos extremos de uno de los múltiples agujeros de gusano, restos del Big Bang primigenio, que pululaban por el espacio. Para ello era necesario una concentración de energía tendiente al infinito en una única molécula del agujero lo que provocaría una especie de enganche, si esto se lograba en ambos lados el intercambio de materia en la unidad mínima de tiempo sería un hecho.

El resto es fácil o difícil de imaginar según se mire y justo o injusto de valorar, según se juzgue, el caso es que se produjo y en un determinado momento tanto Oeidan como Xassheg, desearon con toda la fuerza de sus mentes vivir en un lugar distinto al que les había tocado en suerte y la energía mental de ambos se disparó al infinito, dichas energías se colapsaron en dos puntos separados por ciento once años luz y el enganche se produjo durante el instante más breve de la historia del universo, y hete aquí que el intercambio de materia se produjo y Oeidan se hundió en Jappel y Xassehg flotó en Eausilop, sus vidas cambiaron, alcanzaron la tan ansiada felicidad y es más lograron sendas revoluciones en sus mundos de origen dignas de ser contadas, quizás me anime a hacerlo y entonces... me habré quitado un peso de encima.

Sevilla, 1 de Julio de 1998.

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